Objetivo: Analizar la aplicación del enfoque de servicio en los
centros públicos de Salud.
Resumen/abstract
La calidad constituye una
meta a lograr en diferentes áreas donde es necesario el cumplimiento de un
proceso de atención a través de una interacción con otras personas. En este
escenario, el estudio de la satisfacción usuaria se convierte en un referente
clave para el desarrollo de la fidelización, ofreciendo como garantía una
actitud favorable del paciente hacia el servicio. Particularmente, este enfoque
ha sido también aplicado al campo de la Salud. De tal forma, la satisfacción de
los pacientes se valora como un predictor de un proceso de atención exitoso.
Así pues, se presenta un
ensayo científico sobre la aplicación del enfoque de servicio al paciente en
los centros públicos de salud. Para ello, se conceptualiza el fenómeno y se
expone su evolución. Además, se presenta la aplicación del servicio al paciente
en el medio salvadoreño, señalándose su costo y beneficio.
Palabras clave
Salud, satisfacción usuaria,
El Salvador, calidad
Introducción
Desde la mitad del siglo XX,
el servicio orientado a la satisfacción del paciente ha cobrado fuerza a través
de varias disciplinas (Wu, Liu & Hsu, 2008). De tal manera, la calidad
constituye una meta a lograr en diferentes áreas donde es necesario el
cumplimiento de un proceso de atención a través de una interacción con otras
personas.
Sin embargo, la naturaleza y
el contenido de la dimensión de calidad de servicio puede variar en función de
diversos contextos culturales y profesionales (Bai, Lai, Chen & Hutchinson,
2008). Así pues, no es factible implementar una visión de estudio y abordaje de
la calidad estandarizada para todo escenario. En este sentido, la adaptación
constituye un factor primordial para estudiar la calidad en cada lugar.
Particularmente, apegarse a
cada contexto es vital dado que las prácticas de calidad se originaron en el
campo industrial exigiéndose un abordaje diametralmente diferente a rubros
tales como los servicios públicos y el mercadeo (Jougleux, 2006). De cara a
esto, es imposible obviar que el origen de la calidad fue en el medio de
producción. Bajo esta lógica, la visualización de la calidad en el campo de los
servicios exige una adaptación metodológica.
Por lo tanto, se deduce que
el avance en el campo del estudio de la calidad ha sido dinámico y esto supone
un reto constante para el abordaje en diferentes áreas. Esta tendencia se ha
presentado en el campo de la salud donde las organizaciones han demostrado un
interés por garantizar la calidad de los servicios (Nembhard, Alexander, Hoff
& Ramanujam, 2009). La aplicación del concepto de calidad en la salud
implica entonces una mirada a la calidad en un amplio campo de provisión de
servicios.
Fundamentación conceptual
El término “calidad” se ha
caracterizado por su naturaleza ambigua dada su amplitud de aplicación
(Holmlund, 2007). Al ser un término abstracto y de gran uso actualmente, la definición
no puede ser exacta. Esta concepción fue planteada por Reeves y Bednar (1994)
al sugerir que diversas situaciones orientan a definiciones y aproximaciones
específicas de calidad, considerando el logro de la excelencia como común
denominador. Así pues, la calidad tiene como denominador común el alcance de un
elevado nivel de excelencia en cualquier área donde sea aplicado.
No obstante, la dificultad
radica en señalar a la calidad como un constructo multidimensional, es decir,
compuesto por una variedad de factores que permiten el alcance de esa noción de
excelencia (Bai et al., 2008). Por lo tanto, la medición de la calidad exige la
identificación de las dimensiones esenciales para cada ámbito de aplicación.
En el campo de los
servicios, la calidad ha sido vinculada a un factor clave: la satisfacción
usuaria (Saravanan & Rao, 2007). En este sentido, la calidad de los
servicios es evidenciada a partir de la opinión del receptor.
Bajo este enfoque, es
necesario definir a la satisfacción usuaria como el resultado de una
interacción entre el proveedor de servicios y el paciente (Chang, Chen &
Lan, 2013; Rahaman & Rahman, 2011; Swati, 2013). Así pues, la evaluación de
la calidad depende de la valoración cognitiva del servicio.
Por ello, diferentes campos
científicos se han interesado en explorar la satisfacción usuaria
considerándola como un predictor de la lealtad de los pacientes (Dang,
Westbrook, Black, Rodríguez-Barradas & Giordano, 2013). Basado en ello, el
estudio de la satisfacción usuaria se convierte en un referente clave para el
desarrollo de la fidelización, ofreciendo como garantía una actitud favorable
del paciente hacia el servicio.
Particularmente, este
enfoque ha sido también aplicado al campo de la Salud. De tal forma, la
satisfacción de los pacientes se valora como un predictor de un proceso de
atención exitoso (Nezenega, Gacho & Tafere, 2013) y de su adherencia a un
tratamiento (Dang et al., 2013). Por lo tanto, los modelos de satisfacción
usuaria tienen gran aplicación en el área médica como una herramienta para
verificar el cumplimiento de los objetivos de salud y la continuidad del
proceso de atención del paciente.
Sin embargo, la satisfacción
usuaria en el campo de la Salud es un constructo aún más complejo que en otros
campos de provisión de servicios a causa de la tensión existente entre la
seguridad del paciente, el tipo de atención brindada y la diversidad de actores
involucrados (Andel, Davidow, Hollander & Moreno, 2012; Pickoff, 2008).
Bajo este enfoque, la satisfacción usuaria constituye una percepción donde los
tratamientos no están exentos de dolor, generando una sensación displacentera.
Así pues, el concepto varía de la medición de satisfacción usuaria en otros
servicios como, por ejemplo, de tipo recreativos.
Por lo tanto, no sólo es
necesario considerar la satisfacción usuaria sino también la comunicación y la
confianza al estudiar la calidad aplicada al campo de la salud (Lee, Lee &
Kang, 2012). Esta visión supone la inclusión de otros factores de importancia
para el concepto de calidad en el campo de la salud.
Basado en ello, Donabedian
(1996) propuso inicialmente un modelo de calidad aplicado al campo de la salud
donde destacó tres aproximaciones: estructura, proceso y resultado (ver Figura
1).
A partir de ello, debe
comprenderse que analizar la calidad en salud, implica sondear la satisfacción
usuaria en tres aproximaciones de cara a abarcar una comprensión holística del
constructo.
Así pues, debe definirse la satisfacción
de los pacientes como el resultado de la percepción de la calidad focalizada en
tres grandes ejes: estructura (Los recursos utilizados para brindar atención),
proceso (La entrega del servicio) y resultado (Los efectos obtenidos del
servicio) (Wu et al., 2008). Se concibe entonces un enfoque integral donde la
calidad abarca tanto aspectos del entorno como también del vínculo con el personal
y de los efectos resultantes de este servicio.
De cara a ello, Tang (2012)
considera a la satisfacción usuaria en el campo de la Salud como una respuesta
sumativa que combina elementos tanto cognitivos como afectivos para valorar de
manera global la atención recibida. Bajo el enfoque de este autor, la
evaluación implica una comparación entre las emociones y los pensamientos
derivados del contacto con el centro de salud y su personal.
En particular, esto ha sido
visualizado en la medición a través de escalas de satisfacción usuaria donde
los reactivos se centran en dos ejes: valoración afectiva/interpersonal y
competencia técnica (Jean-Pierre, Fiscella, Winters, Post, Wells, McKoy, Battaglia,
Simon, Kilboum & The Patient Navigation Research Program Group, 2012). La
existencia de estos dos criterios señala la naturaleza integrativa del
fenómeno. Sin embargo, Jean-Pierre y colegas (2012) subrayan el énfasis en la
valoración afectiva como mayor predictor de la satisfacción usuaria.
Bajo esta tendencia, los
modelos actuales sobre satisfacción usuaria han sido adaptados al escenario de
la salud (Wu et al., 2008). Esto ha supuesto la incorporación de diferentes
perspectivas como el modelo SERVQUAL propuesto por Parasuraman en 1988
(Morrison, 2004; Parasuraman, Zeithaml & Berry, 1988; Swati, 2013) o el
modelo de la Evaluación del encuentro de servicio planteado por Bitner (Bitner,
1990; Chang et al., 2013). A partir de estos enfoques, se concibe indispensable
la propuesta de un diseño de investigación de la satisfacción usuaria
susceptible de reflejar la respuesta aditiva de estructura, proceso y resultado
en los servicios de salud brindados.
Esta visión permite la
obtención de indicadores más objetivos para determinar conductas favorables
entre la población adscrita a un determinado centro de salud (Suhonen,
Papastavrou, Efstathiou, Tsangari, Jarosova, Leino-Kilpi, Patiraki, Karlou,
Balogh & Merkouris, 2012). Tener información científica que señale de
manera más precisa las características de la población, facilita entonces la
elaboración de políticas de servicio más apegadas al entorno social donde se
desenvuelven los pacientes.
Evolución
La visión teórica sobre
calidad en Salud ha surgido de las concepciones sobre el fenómeno a través del
tiempo. Inicialmente, los centros de salud fueron concebidos como un símbolo de
la tecnología médica de última generación, orientados a garantizar una
accesibilidad para toda la población (Perissino, 2011). De tal manera, la
calidad implicaba el número de personas adscritas a un servicio de salud pues
la mayor cobertura aseguraba un bienestar para un amplio segmento poblacional.
Esta tendencia busca el
incremento de beneficiarios de los programas de salud, garantizando un
bienestar generalizado en toda la población de un determinado territorio (Fort,
Grembowski, Verdugo, Morales, Arriaga, Mercer & Lim, 2011). Por lo tanto,
la satisfacción usuaria radica, bajo este enfoque, en la inclusión dentro de un
sistema de salud.
No obstante, el dinamismo
del fenómeno de Salud ha supuesto un cambio organizacional dentro de sus
instituciones donde la subdivisión de las tareas ha dado lugar a procesos de
trabajo por parte de equipos multidisciplinarios (Coluccia, Ferretti & Cioffi,
2009). Bajo este concepto, la infraestructura no juega un rol único sino
complementario y el enfoque primordial radica en los recursos humanos y su
trabajo coordinado. En este sentido, la tendencia actual señala que la atención
en Salud es una tarea de equipos y no individual (Muralidhar, Taneja &
Ramesh, 2012). Implica el trabajo conjunto de diversos profesionales para
realizar un análisis a mayor profundidad sobre la calidad.
La visión de cobertura
parece insuficiente para este enfoque donde la tarea de calidad debe incluir
reducción de los errores médicos, disminución de costos y garantizar la
seguridad del paciente (Lee et al., 2012). Es entonces vital que el paciente
reciba una atención integral donde los equipos trabajen para garantizar su bienestar
por medio de procesos estructurados.
En este sentido, para Hötzel
y colegas (2013), el esfuerzo por obtener información sobre la satisfacción
usuaria es principalmente clave para el nivel primario de atención. Esto ha
generado un deseo por el estudio científico de este fenómeno desde el primer
vínculo del paciente con el sistema de salud.
Así pues, la calidad en el
nivel primario es definida como la prestación de servicios tanto accesibles
como integrales para la mayoría de la población, asegurando una relación
sostenida en el tiempo con los pacientes (Berra, Hauser, Audisio, Mántaras,
Nicora, De Oliveira, Starfield & Harzheim, 2013). Por lo tanto, se
considera vital la combinación entre cobertura, la prestación de servicio y su
evolución a través del tiempo para poder analizar su grado de calidad.
Esta concepción de
integralidad se vincula con la propuesta teórica de Donabedian (1996) donde se
expone la interacción entre estructura, proceso y resultado.
Organizacionalmente, esta visión ha exigido romper con la visualización de la
atención en salud basada en estructuras verticales u horizontales, es decir, en
enfoques focalizados en optimizar sólo recursos o cobertura (Keugoung, Macq,
Buvé, Meli & Criel, 2011). De tal forma, la tarea de orientar la atención
en salud ha evolucionado hacia una tarea holística que se ha traducido en un
nuevo enfoque organizacional.
Ha surgido entonces una
aproximación organizacional diagonal, donde el financiamiento, la
infraestructura, los recursos humanos y las existencias de medicamentos son
componentes de un trabajo en equipo para garantizar una percepción usuaria de
calidad en el campo de la Salud (Ooms, Van Damme, Baker, Zeitz & Schrecker,
2008). Basado en el enfoque de calidad, las propuestas teóricas han exigido una
visión organizacional innovadora donde los procesos son analizados a partir de
la interacción de subsistemas o equipos.
Ante ello, la satisfacción
usuaria ha sido medida en función de cuatro grandes áreas: comparación de
sistemas o programas de salud, evaluación de la calidad de los servicios de
salud, identificación de servicios con poca aceptación y relación entre
prestación de servicios y resultados en el paciente (Seclén-Palacin &
Darras, 2005). En el plano concreto, la medición de la satisfacción usuaria ha
evolucionado considerándose la aplicación del modelo de Donabedian (1996) a los
programas de salud, su ejecución y sus resultados.
Estado actual en El Salvador
En El Salvador, el sistema
de salud está compuesto por el privado y el sector público. El sector público
incluye al Ministerio de Salud [MINSAL], el Instituto Salvadoreño del Seguro
Social [ISSS], el Instituto Salvadoreño de Rehabilitación a los Inválidos
[ISRI], la Sanidad Militar, el Instituto Salvadoreño de Bienestar Magisterial
[ISBM] y el Fondo Solidario para la Salud [FOSALUD], estrechamente vinculado
con el MINSAL (Acosta, Sáenz, Gutiérrez & Bermúdez, 2011; Organización
Panamericana de la Salud [OPS], 2007). Así pues, existen varias instituciones
públicas que ofrecen atención a la población salvadoreña, aunque el MINSAL y
FOSALUD abarcan a los sectores más vulnerables de la sociedad.
En 2005, el Ministerio de
Salud ya señalaba deficiencias a nivel de los recursos humanos, la gestión de
insumos asistenciales, el monitoreo y supervisión, la falta de estandarización
en la prestación de los servicios de salud y la ausencia de un sistema de
categorización (Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social [MSPAS], 2005).
De tal manera, se evidenciaron problemas principalmente a nivel procesual dentro
de la prestación de servicios. Ante ello, al analizar el sistema de salud, la
percepción usuaria sobre la calidad ha sido baja en relación con los procesos
administrativos y de atención médica (Gutiérrez, 2010). Por ello, surge la
necesidad de una mayor profundización en el abordaje de la temática.
Sin embargo, otros estudios
descriptivos han señalado niveles altos de satisfacción en función del análisis
de un centro de atención específico (Funes, 2011; Guerra, Molina & Ortiz,
2010). En este sentido, el abordaje del tema de la calidad de los servicios de
salud en El Salvador, ha reportado resultados mixtos donde la lectura de
resultados sugiere cautela a causa de aproximaciones metodológicas basadas en
evidencia meramente descriptiva.
A nivel gubernamental, han
existido esfuerzos por proponer programas orientados a garantizar la calidad de
los servicios de salud como se evidenció en 2005 (MSPAS, 2005; OPS, 2007) y en
2012 (MINSAL, 2012). La estrategia de 2005 se centró en la elaboración de un
instrumento para analizar el rol en la reducción de los riesgos propios de la
atención en salud y la mejora de la satisfacción usuaria (OPS, 2007) (ver Tabla
1). Las estrategias se focalizaron particularmente en la dimensión
estructural de la calidad, con un menor acercamiento a aspectos de procesos.
Por otro lado, la estrategia
actual del MINSAL (2012) plantea el abordaje de la calidad a partir de catorce
estrategias (ver Tabla 2). A partir de las estrategias, se deduce un mayor
énfasis en aspectos procesuales y de resultados en la atención en salud.
No obstante, a pesar de este
esfuerzo, datos parciales señalan que la percepción usuaria ha decaído
evidenciándose una disminución de la satisfacción de 25.5% para 2012 explicado
por el aumento de la demanda hospitalaria (Bossert & Hill, 2013).
Por lo tanto, aspectos
estructurales también están generando una baja percepción a nivel de la calidad
en salud y éstos no están contemplándose en la evaluación actual del fenómeno a
nivel gubernamental.
Así pues, ninguna de las
propuestas para el estudio de la calidad señala una visión integral entre
estructura, proceso y resultados. En este sentido, la visión es demasiado
segmentada no pudiéndose profundizar en la dimensión holística del fenómeno de
la calidad como lo señala la literatura científica actual.
Costo-beneficio
En la actualidad, la calidad
se ha convertido en un atributo clave de la atención médica de cara a la
sostenibilidad del sistema de salud (Granados-Cosme, Tetelboin-Henrion,
Torres-Cruz, Pineda-Pérez & Villa-Contreras, 2011). Constituye entonces un
elemento clave para poder orientar las políticas de acción y generar un
beneficio social.
Particularmente, esta visión
ha cobrado mucha importancia en el siglo XXI donde la población se ha
convertido en una beneficiaria crítica que exige no sólo mejores resultados
sino también procesos de atención integrales (Lee et al., 2012). Por ende, el
análisis de la calidad no puede ser una tarea simple, sino una labor compleja
donde se analice una multiplicidad de factores.
De tal manera, los beneficios
sociales de la calidad son notorios al generar confianza como un factor básico
en el bienestar tanto individual como colectivo. (Schwartz, 2011). Si la
población percibe la calidad como un elemento constante en la atención, su
confianza se mantendrá a largo plazo, garantizando un interés continuo por
mantener un nivel de salud.
Al asegurar un nivel de
calidad en los procesos, también se evidencia la posibilidad de obtener un
mejor uso de los presupuestos, evitando gastos en reparación de errores médicos
y en pérdida de materiales o equipos (Andel et al., 2012). Por ello, bajo este
enfoque, la reducción de costos y el incremento de beneficios sociales, son
notorios al abordar el fenómeno de la percepción usuaria sobre la salud.
No obstante, la tarea implica
una visión holística y no segmentada como lo han expuesto estrategias
salvadoreñas tanto actuales como pasadas al abordar la calidad en salud
Implicaciones futuras
A futuro, la percepción
usuaria sobre calidad continuará a ser un elemento clave en el campo de la
Salud (Perissino, 2011; Vanniarajan & Arun, 2010). Así pues, será necesario
continuar con su estudio. No obstante, en el plano metodológico, no puede
obviarse la naturaleza compleja del fenómeno como lo señaló Pickoff (2008)
donde la visión integral de los equipos multidisciplinarios es crucial (Lee et
al., 2012; Rajagopal, 2013).
Por lo tanto, es esencial
una visión más profunda de la percepción usuaria de la calidad a nivel
nacional. Se estima necesario, a futuro, el abordaje del fenómeno desde un
enfoque técnico más profundo, capaz de apegarse a las exigencias metodológicas
actuales del fenómeno. Esto implica una visión integral entre los campos médico
y administrativo para no sólo considerar infraestructura y resultados sino
también procesos.
Conclusiones
La profundización sobre la
percepción usuaria de los servicios de Salud se ha convertido en un elemento
clave en la actualidad. Así pues, se constató la importancia de la percepción
usuaria un concepto dinámico donde confluyen diferentes factores de índole
tanto médico como administrativo y conductuales.
En este sentido, es
necesario comprender que la percepción usuaria en este campo difiere de la
aplicación pura de los modelos administrativos sobre el tema. Por ello,
estudiar la percepción usuaria no significa una aplicación automática de
modelos de otras disciplinas.
Por el contrario, supone un
análisis en mayor profundidad sobre la adecuación del concepto al contexto
particular del campo de la Salud. Esta adaptación permite una mayor validez en
los procesos de recolección e interpretación de la realidad. Particularmente,
implica una obtención de insumos técnicos y culturalmente anclados a la
realidad concreta de cada escenario social.
De cara a la realidad
salvadoreña, se vuelve crucial la indagación constante sobre el fenómeno de la
percepción usuaria. No obstante, no debe consistir en un esfuerzo aislado sino,
al contrario, como un proceso continuo. De tal manera, al contar con evidencia
científica, será posible la obtención de evidencia que abone al desarrollo de
políticas públicas más apegadas a los contextos locales.
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